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De monstruos ontológicos o cómo gobernar las incertidumbres

En los últimos decenios, se están produciendo grandes avances en el campo de la biotecnología que están transformando los principios éticos de la sociedad. Ante esta emergencia, surgen nuevos temores y esperanzas en el campo de la salud y se asiste al nacimiento de un gran negocio. Al mismo tiempo, nuestros gobernantes intentan disimular los cambios legislativos sobre biotecnología debido a fuerzas transnacionales que los trascienden.

Sheila Jasanoff, en su artículo “En las Democracias del ADN: Incertidumbre ontológica y orden político en tres estados” (2005: 139-155), nos ilustra sobre las formas que tienen algunos estados de enfrentarse a estos temas y cómo los articulan con la ciudadanía. Compara las normativas de RU, Alemania y EE UU en referencia a cuatro dominios: el aborto, la reproducción asistida, las células madre y los alimentos transgénicos1. En este ensayo, se pretende articular el campo de los alimentos transgénicos con relación a una ontología obviada en el citado artículo, la globalización.

La globalización es un fenómeno relativamente reciente que está cambiando el tipo de relaciones que históricamente han tenido ciudadanía y poder. El declive de la autoridad centrada en el estado, con un desplazamiento del poder no sólo hacia grupos globales, sino también hacía organizaciones no gubernamentales de carácter local, regional e internacional está siendo aprovechado por empresas y gobiernos interesados para expandir los OGM. En este sentido, el científico político Samuel Huntington (1996) postula que el poder está cambiando desde los estados hacia amplias civilizaciones internacionales, tales como la occidental, islámica y latinoamericana. Además, el crecimiento de instituciones económicas y políticas regionales – OPEP, Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TTIP – son otras tantas evidencias de la desaparición final del Estado.

La falta de información sobre los OGM por parte de gobiernos e industria alimenticia, ha quebrado la confianza ciudadana. Por un lado, el carácter global implica instituciones “sin rostro”, al margen de los estados y como define A. Giddens (Cruces et al. 2006), “sin puntos de acceso” objetivados en forma de ventanillas, mostradores o despachos y sin opción a recibir información o poder reclamar. Por otro lado, los alimentos transgénicos son percibidos, por buena parte de la población, como “no elegidos” —Los ciudadanos temen estar ingiriéndolos sin conocimiento debido a la falta de información en el etiquetado. Según Cruces et al. (2006), para que se pueda urdir un hilo de confianza entre consumidores y sistemas burocráticos, es necesario que exista posibilidad de elección, que el actor no conozca a ciencia cierta el desenlace de la acción y que este sea importante para él y dependa del comportamiento ajeno.

Siguiendo a Aiwa Ong en su artículo “Mutaciones de la ciudadanía”2 (2006), las características de las relaciones que históricamente han mantenido ciudadanía y poder, están modificándose. Ong nos recuerda que los elementos propios de la ciudadanía (derechos, prestaciones sociales, etc.) están experimentando un proceso de desarticulación entre si y de rearticulación según los criterios universalistas del neoliberalismo y los derechos humanos. Esta afirmación nos inspira para formular la idea de que la confianza y la reclamación deberían depositarse en otros cronotopos de carácter también global.

Ante la falta de “puntos de acceso” donde adquirir la información y llevar las demandas, crece la sospecha y surgen formas de resistencia que tratan de impedir esta “granja mundial” de alimentos modificados genéticamente. Ecologistas, agricultores, algunos gobiernos, grupos políticos y asociaciones de consumidores son solo una muestra de estos “resistentes”. Hasta el momento, parece que han evitado la comercialización masiva de estos productos.

Los protagonistas

Antes de acometer el asunto, hay que realizar una obligada presentación de los protagonistas de esta “arena” política.

En primer lugar, nos topamos con las grandes empresas multinacionales del ramo de la alimentación. Empresas como Monsanto o Cargill.

Monsanto Company 3 es una multinacional estadounidense cotizada en bolsa productora de agroquímicos y biotecnología destinados a la agricultura. Monsanto fue pionero en la modificación genética de células vegetales, y uno de los cuatro grupos que anunciaron la introducción de genes en plantas en 1983, también fue uno de los primeros en realizar ensayos de campos de cultivo modificados genéticamente en 1987.

Cargill4 es una corporación multinacional privada, con base en Minnesota, en los Estados Unidos. Es la primera empresa de capitales privados en la lista de Forbes, con 130.500 empleados, negocios en 66 países, y una facturación en 2009 de 109.840 millones de dólares. Como dato de contrastación, esta cifra equivale al producto interior bruto de Hungría5.

En segundo lugar, se encuentran los gobiernos, tanto de los países productores como los de los consumidores, aunque a veces se confunden, como es el caso de los EE UU.

Los países productores a menudo brindan extensas zonas para dedicarlas a estas plantaciones, produciendo graves daños ecológicos como ocurre en Brasil.

Aunque los países consumidores disponen de legislaciones particulares —detalladas en el artículo de Jasanoff, se encuentran ahora constreñidos por tratados internacionales como el “Transatlantic Trade and Investment Partnership” (TTIP). En referencia a este apremio, se han escuchado declaraciones, como las de la comisaria de comercio de la UE Cecilia Malmström6, negando que este tratado vaya a anular las actuales exigencias europeas en asuntos tan sensibles como seguridad alimentaria o protección del medio ambiente. Al mismo tiempo, según han denunciado determinados líderes políticos7, las negociaciones y la documentación sobre las mismas están siendo vetadas a la inspección. Estas declaraciones de la comisaria, podrían encuadrarse en lo que Cruces et al. (2006) han llamado “confianza figurada” que no son más que estrategias retóricas que se apoyan en una calculada puesta en escena que programan departamentos de comunicación.

En tercer lugar, se encuentran los consumidores. Estos se han atrincherado en un estado de cierta desconfianza derivado de las informaciones contradictorias sobre los transgénicos y sucesos con tanta repercusión como el “mal de las vacas locas”, enfermedad degenerativa producida por consumo de carne afectada por proteínas modificadas (priones). Cruces et al. (2006) argumentan como esta relación de “confianza figurada” entre ciudadanos y gobiernos debería ser trascendida a través de la implementación de un código “repersonalizador” para restaurar la fractura entre las dos partes y salvar el simple maquillaje en las relaciones que solo deriva hacia la sospecha continua.

Los hechos

Según datos de 2010 extraídos del “Informe Global del Servicio para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas” (ISAAA8), se sembraron en todo el mundo alrededor de 148 millones de hectáreas con cultivos transgénicos o genéticamente modificados, un 10.5 % más de lo que se sembró durante el año 2009 (134 millones de hectáreas). Los países que más terreno aportaron en orden decreciente fueron EE UU, Brasil, Argentina, India, Canadá, China, Paraguay, Pakistán, Sudáfrica y Uruguay.

Las actividades de estas empresas en los estados productores, han ocasionado graves tensiones entre gobiernos, grandes terratenientes y pequeños campesinos. Muchos de estos últimos han tenido que vender sus tierras ante las presiones de los dos primeros, convirtiéndose en nómadas urbanos o colonos de nuevas tierras “vírgenes”. En ocasiones, estos territorios están habitados por indígenas, lo que genera nuevos conflictos. Estas complejidades han sido bien estudiadas desde el desarrollo de la teoría de la modernización (Lewellen, 2003/2009, 273-277).

Otro efecto pernicioso que dimana de las actividades de estas empresas en los países productores, son los daños ecológicos. Greenpeace ha denunciado que Cargill está arrasando la Amazonía para cultivar soja con la que se alimentan los pollos en Europa9.

Sin embargo, las “bondades” de la biotecnología también han sido vindicadas. Encontramos defensores como la misma Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). A priori, esta organización es baluarte de la certidumbre o “confianza sistémica” —fe aproblemática en el buen funcionamiento del sistema— (Cruces et al. 2006). La FAO reconoce10 que cuando se integra debidamente con otras tecnologías para la producción de alimentos, productos y servicios agrícolas, la biotecnología puede ser de gran ayuda para satisfacer las necesidades de una población en expansión y cada vez más urbanizada. Más aún, ayudaría a aliviar el hambre y la pobreza, contribuiría a la adaptación al cambio climático y mantendría la base de los recursos naturales. Dejando a un lado estos supuestos beneficios, reconoce que no han favorecido lo suficiente a los pequeños agricultores, productores y consumidores.

Esta aptitud de la FAO ha sido muy criticada. Más de 100 movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil de cuatro continentes denunciaron el intento de la agroindustria por reenfocar las políticas y recursos de la FAO hacia el apoyo a cultivos y animales genéticamente modificados11.

Debate médico

La pregunta explícita sobre si se debe o no confiar en los médicos resulta absurda (Cruces et al. 2006). Para el paciente común no hay elección:”Estás en sus manos”. Pero, ¿Qué ocurre cuando la medicina no se pone de acuerdo?

En el campo de la medicina ha surgido una gran controversia en torno a los posibles efectos sobre la salud de los alimentos modificados genéticamente. Parte de este debate dimana de los estudios sobre ratas de los doctores Pusztai y Seralini. En el estudio de Seralini12 se probaría los nefastos efectos a largo plazo sobre el organismo humano del maíz transgénico NK603 (diseñado para sobrevivir a la aplicación del herbicida Roundup de Monsanto). El estudio encontró daño severo al hígado y riñón y desórdenes hormonales en ratas alimentadas con el maíz GM y bajos niveles de Roundup, los cuales están por debajo de los permitidos en el agua potable de la Unión Europea. Se encontraron efectos tóxicos del maíz GM analizado por sí solo tanto como del Roundup analizado por sí solo y junto al maíz. Descubrimientos adicionales inesperados fueron las altas tasas de tumores de gran tamaño y mortalidad en la mayoría de grupos de tratamiento.

Una visión antagónica, la podemos encontrar en la opinión de otros profesionales de reconocido prestigio como el doctor Juan Ramón Lacadena del Departamento de Genética, Facultad de Biología Universidad Complutense de Madrid que ha denunciado13 que más que “manipulación genética” habría que hablar de “manipulación mediática”, y añade: “El debate sobre los alimentos transgénicos se ha producido como consecuencia de los intereses enfrentados de la industria biotecnológica y los agricultores avanzados, por un lado, y los grupos ecologistas y determinadas ONG y asociaciones de consumidores, por otro lado. El clima de desconfianza y rechazo hacia las plantas y los alimentos transgénicos, puede achacarse a la falta de transparencia informativa y a una serie de estrategias poco afortunadas por parte de los más interesados en la rápida comercialización de estos productos. Además, el debate social está contaminado por la escasa participación de los agentes sociales en su desarrollo, por el lenguaje equívoco utilizado por determinados grupos de presión en forma de metáforas inapropiadas (por ejemplo, «transgénico como sinónimo de alterado», «transgénico como sinónimo de dañino», «lo natural como sinónimo de inocuo, y lo artificial de nocivo») y por el exceso de contenido retórico y falta de rigor científico y técnico en los argumentos utilizados”. Igualmente manifiesta que el informe de un consejo científico británico ha invalidado el experimento del Dr. Pusztai, aduciendo deficiencias en su protocolo.

El doctor Lacadena, basándose en los datos del libro sobre transgénicos del profesor García-Olmedo (1998), ha argüido que la ciencia ha avanzado a ciegas en cuanto al riesgo, pero alerta a sus síntomas, que hay que distinguir entre el riesgo de la investigación básica y el riesgo de la aplicación del conocimiento adquirido y no existe el riesgo cero: “toda actividad humana conlleva un cierto riesgo que ha de ser evaluado en función de los beneficios que tal actividad reporta”.

Para finalizar, el doctor Lacadena, documenta que otro doctor, B. Dixon14, ha expresado que entre las paradojas que se están produciendo en el debate social de los alimentos transgénicos, podría mencionarse que los titulares alarmistas de los medios de comunicación social contrastan con el hecho de que la regulación de la ingeniería genética molecular es mayor y más transparente que la de cualquier otra tecnología del pasado.

Resistencias

El poder pertenece no sólo a los jefes, a los estados o a aquellos que controlan los discursos oficiales, sino que también es inherente a la población en general. Como señala James Scott (1985:36), “Igual que millones de pólipos de antozoos acaban creando un arrecife de coral, también miles y miles de actos individuales de insubordinación y evasión crean por su cuenta una barrera política o económica de arrecifes”.
La mezcla de oportunismo de mercado y ciudadanía también ha propiciado las condiciones para un mayor activismo político. La confluencia de las fuerzas de mercado y las tecnologías digitales ha producido grietas en los intersticios de sociedades muy controladas, creando condiciones que exacerban las demandas democráticas de la gente común (Ong, 2006).

Las principales resistencias a la expansión de los transgénicos pertenecen a grupos ecologistas, ONGs, partidos políticos, sindicatos y asociaciones de agricultores y consumidores.
Iniciativas ciudadanas como la campaña para frenar el TTPI—que se lleva negociando de espaldas a la ciudadanía desde 2013—,
se pueden encontrar concentradas en el sitio Web de la “Campaña para frenar el TTIP” (http://www.noalttip.org).

Internet se ha convertido en una importante arena de denuncias y protestas pero no es el único cronotopo donde esto ocurre. Diversos intelectuales objetivizan la protesta en forma de artículos en revistas o libros impresos. Pat Mooney, Premio Nobel Alternativo y uno de los más profundos conocedores del trabajo de la FAO comenta en la revista brasileña “Caros Amigos”15: «Quien controla la semilla controla todo el proceso alimentario. Hoy en día 10 empresas controlan 43% del mercado mundial de semillas, siendo 5 de ellas (Monsanto, Cargill, Dupont, Bunge y Bayer) responsables del 99% de las transgénicas. Solamente Monsanto, cuya facturación en el 2002 fue de 4,8 billones de dólares, produjo el 95% de las semillas modificadas del mundo»

¿Y los gobiernos?

Pese a las constantes presiones estadounidenses para que el TTIP permita relajar los estándares de la UE sobre OMG16, los negociadores europeos aseguran que no van a renunciar a unas normas europeas que garantizan la seguridad de los transgénicos. En su discurso omiten que la armonización normativa que persigue el TTIP no se cerraría con la firma de este, sino que abriría un proceso de permanente revisión de la legislación europea por parte de EE UU y del Órgano de Cooperación Regulatoria, creado expresamente para que las “partes interesadas”como los lobbies agroindustriales, pudiéndose revisar la legislación y recomendar cambios en el futuro. No en vano, ha sido precisamente este sector el que más reuniones ha mantenido sobre el TTIP con la Dirección General de Comercio Europea17.

Otro aspecto no mencionado por los negociadores, son los intersticios de las normas europeas que el TTIP pretende perpetuar, y que pequeños cambios en cómo se aplica la regulación serían suficientes para conseguir la deseada apertura del mercado a las importaciones estadounidenses.

Bastará con cambiar el criterio de tolerancia cero de OMG no autorizados en las importaciones, para que pudieran entrar grandes partidas de maíz y de soja estadounidense sin que la industria exportadora se preocupe por su posible contaminación por transgénicos no permitidos en la UE. De hecho, una herramienta que baraja el Tratado para facilitar el comercio es el “reconocimiento mutuo”, por el cual un producto aprobado en su país de origen sería automáticamente apto para la importación por el resto de países firmantes.

Conclusión

Los avances en biotecnología han precipitado una serie de procesos donde nuevos actores están emergiendo en el terreno político. Las grandes compañías privadas que copan el mercado de los transgénicos, se han convertido en empresas muy poderosas, a la misma altura que la industria del petróleo, la farmacéutica o la armamentística.

La ciudadanía se encuentra desorientada y camina hacia la desconfianza ante la falta de “puntos de acceso” donde reclamar información proveniente de los llamados “sistemas expertos” (Cruces et al. 2006) como gobiernos e instituciones transnacionales. Estas últimas, como la Unión Europea, no han logrado instaurar una “confianza sistémica” cuando hablamos de transgénicos. Esto se debe por un lado, a que han abusado de la estrategia de la retórica, creando un clima de “confianza figurada”. Por otro lado, se han guarecido tras el hermetismo más circunspecto.

Ante este horizonte, ciudadanos y organizaciones han resuelto tomar la senda de la protesta como forma de resistencia. Las nuevas tecnologías digitales han coadyuvado a explotar los intersticios del sistema para expandir el disgusto. Intelectuales, médicos y escritores también están mostrando su disenso a través de diversos medios.

Antagónicamente, hay instituciones como la FAO que han vindicado la utilización de la biotecnología, provocando la pérdida de confianza en esta institución por parte de movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo. La relación de muchos colectivos con la FAO ha sido revisada, derivando en una “sospecha cooperativa” (Cruces et al. 2006), una expectativa vigilante ante los fallos previsibles en todo pacto contractual.

Los gobiernos dan señales de debilidad. Se ven impelidos por tratados transnacionales que los sobrepasan. El disenso implica la expulsión de los clubes VIP y el posterior aislamiento. Su poder de decisión se encuentra cada vez más mermado y muchos temen que la llegada de forma masiva de alimentos transgénicos a nuestros supermercados, sea solo cuestión de tiempo.

Bibliografía

García Olmedo, F. 1998: La tercera revolución verde. Plantas con luz propia. Editorial Debate S.A. Madrid.

Huntington, S. 1996: The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Simon and Schuster, New York.

Jasanoff, S. 2005: “New Genetics and Society, vol. 24, nº 2.

Lewellen, T.C., 2003/2009: Antropología política, Bellaterra, Barcelona.

Velasco, H.M., F. Cruces, Á. Díaz de Rada, R. Fernández, C. Jiménez de Madariaga y R. Sánchez Molina. 2006: La Sonrisa de la Intuición. Confianza y riesgo en sistemas expertos, Ramón Areces, Madrid.

Moreno, M. 1999. Argumentos, metáforas y retórica en el debate sobre los alimentos transgénicos. Comunicación presentada en las Jornadas sobre Ciencia, Tecnología y Valores. Santa Cruz de Tenerife, 5-9 Abril 1999

Scott, J. 1985. Weapons of the weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, Yale University Press, New Haven.

1 Transgénico: Un organismo genéticamente modificado (abreviado OMG u OGM) es un organismo cuyo material genético ha sido alterado usando técnicas de ingeniería genética.

2 En Theory, Culture of Society, SAGE publications, Londres, Thousand Oaks, CA y Nueva Delhi, vol. 23 (2-3), pp. 499-531.

3 Sitio Web Monsanto. “Historia en el mundo”. Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.monsanto.com/global/ar/quienes-somos/pages/historia-global.aspx

4

 Sitio Web Cargill (en inglés). “Our history”. Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.cargill.com/company/history/index.jsp

5

 Sitio Web datosmacro.com. “PIB de Hungría”. Consultado el Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.datosmacro.com/pib/hungria

6 Radio televisión española. “La comisaria de Comercio: El tratado con EE.UU. no rebajará los niveles europeos de protección”. 6 de junio, 2015, http://www.rtve.es/noticias/20150306/comisaria-comercio-tratado-eeuu-no-rebajara-niveles-europeos-proteccion/1109602.shtml

7

 Eldiario.es. “Un eurodiputado español en la ‘sala secreta’ del TTIP”. 4 de abril, 2015, http://www.eldiario.es/economia/eurodiputado-espanol-TTIP-despojan-boligrafos_0_372713416.html

8

 Sitio Web Monsanto. “Cultivos Genéticamente Modificados en el Mundo”. Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.monsanto.com/global/ar/productos/pages/cultivos-gm.aspx

9

 Sitio Web Greenpeace. “Greenpeace desvela el papel de McDonald’s en la destrucción de la selva tropical amazónica”, Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.greenpeace.org/espana/es/news/2010/November/greenpeace-desvela-el-papel-de/

10

 Sitio Web de la FAO. “Biotecnología”, Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.fao.org/biotechnology/es/

11

 Sitio Web Greenpeace. “Transgénicos se apoderan de la FAO, dicen ONG”, Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.greenpeace.org/mexico/es/Noticias/2016/Febrero/Transgenicos-se-apoderan-de-la-FAO–dicen-ONG/

12

 Sitio oficial del doctor Seralini. “Republicación del estudio de Seralini: La ciencia habla por sí misma”, Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.gmoseralini.org/republicacion-del-estudio-de-seralini-la-ciencia-habla-por-si-misma/

13

 Diario El Médico Interactivo. “Debate médico transgénicos”, Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.elmedicointeractivo.com/ap1/emiold/informes/informe/transgen.htm

14 Dixon, B. 1999. “The paradoxes of genetically modified foods”. British Medical Journal, 318:547-548

15 Mooney, P. 2003. Declaraciones a la Revista Caros Amigos, noviembre de 2003.

16 Ecologistas en acción. “TTIP y transgénicos”. Consultado el 20 de marzo, 2016, http://www.ecologistasenaccion.es/article29799.html#nh2-6

17 Corporate Europe Observatory. “A lose-lose deal for food and farming”. Consultado el 20 de marzo, 2016, http://corporateeurope.org/international-trade/2014/07/ttip-lose-lose-deal-food-and-farming